Una musiquilla chirriante sonaba a lo lejos sin descanso. Lara dejó el pincel de pelo de marta embadurnado de pintura acrílica color turquesa, para salir corriendo hacia su habitación .Aquella tonadilla, que no paraba de repetirse, se escuchaba débil. Rebuscó con avidez entre una montaña de ropa revuelta que tenía desperdigada sobre su cama sin encontrar nada.

- ¡Pero dónde está el móvil!!

Lara miró a un lado y a otro de la habitación buscándolo. Al cabo de unos segundos, mientras el dichoso teléfono seguía sonando, se acordó que la noche anterior lo había dejado en el sillón que tenía en su cuarto. Apartó el bolso y debajo apareció el móvil.

La mayoría de la gente dejaba el móvil a su lado, sobre la mesilla de noche, para tenerlo a mano cuando sonara la alarma-despertador a primera hora de la mañana, pero Lara nunca lo hacía. Ella prefería tenerlo en un lugar visible pero lejos de ella. Esa manía era consecuencia de haberse tragado un documental que vio por televisión. El documental relataba los problemas que acarreaban las ondas magnéticas que desprendían dichos aparatejos. Según el documental los móviles emitían unas microondas radiación, continuamente para estar localizados, que son silenciosas e invisibles pero que tienen un gran poder de penetración en el cuerpo humano. Al poner el celular en la mesilla de noche, y por consecuencia cerca de la cabeza, dichas microondas interfieren con nuestro cerebro produciendo un choque de energías muy nocivas para la salud. Explicaba como un estudio realizado en Nueva York, había podido demostrar que las personas que dormían con el móvil cerca, les costaba dormirse, a menudo sufrían insomnio, dolores de cabeza, mareos, presión cerebral, bloqueo de memoria y a largo plazo, tumores, cáncer y enfermedades neuronales.

Desde aquel día, Lara intentaba evitar tenerlo cerca mientras dormía. Había cogido el hábito de dejarlo en la otra punta de la habitación y de levantarse e ir a apagarlo cuando sonaba a las seis de la mañana, todo era cuestión de acostumbrarse.

- ¿Si? ¿Diga?
- Hola Lara, soy Lucía, de la galería Artdec.
- ¡Ha, Hola Lucía! Dime.
- Mira, te llamo por lo de la exposición. Es que dos de los diez pintores que teníais que exponer se han echado atrás a última hora y la galería no tiene tiempo para buscarles un sustituto, así que, como queda mucho espacio libre, hemos pensado que los demás podríais poner más cuadros.
- ¡Ah! Si...de acuerdo...por mi perfecto.
- Entonces nos interesaría que nos trajeras cinco cuadros más, lo antes posible para ir colgándolos y preparándolo todo.
- Si claro, ahora mismo voy a mirar que cinco cuadros elijo y te los traigo corriendo.
- Lara ¿Te parece bien que te envíe a Joel con la furgoneta para trasladarlos?
- ¡Uiss si!, eso sería genial, porque con los otros las pasé canutas en el metro.
- ¡¡Mujer si es que nos tendrías que haber avisado de que no tenías coche!!
- Ya, lo pensé luego.
- Bueno, te doy tiempo para que los escojas y te mando a Joel a primera hora de la tarde, ¿vale?
- De acuerdo, aquí estaré,
- Perfecto, pues te dejo que estoy hasta los topes de trabajo, con tanto imprevisto vamos algo atrasados.
- Vale, Lucia, y no te estreses mucho.
- Lo intentaré. Hasta luego.
- Hasta luego, Adiós...


Lara atravesó su pequeñísima buhardilla y abrió la puerta del minúsculo trastero donde guardaba todas sus creaciones. Sacó todos los cuadros y los fue colocando por el comedor uno detrás de otro. Había terminados unos 20 cuadros de los cuales tenía que elegir cinco.

Se paseó con calma observándolos uno a uno. La mayoría llevaban en ese trastero mas de un año, casi medio olvidados entre el polvo. Los siete últimos los había pintado hacía apenas dos semanas, desde que las visiones empezaron a atormentarla. Entre unos y otros había pasado un tiempo de bloqueo creativo. Estuvo unos meses sin pintar, centrada en el final de su carrera, buscando trabajo, enviando currículos...Había sido una época de desmotivación creativa en la que no encontraba un tema que le gustase pintar, en la que estaba convencida de que estaba estancada en su estilo, básicamente abstracto, en la que tenía que meditar sobre un cambio en sus cuadros.

Todos esos cambios llegaron por casualidad a raíz de sus premoniciones y visiones. A través de todo aquello empezó a sentir la necesidad de volver a coger los pinceles y de plasmar las imágenes que veía, como un medio de liberarse, de enseñarlo y compartir lo que le sucedía con alguien en vez de guardárselo y sufrirlo en silencio, que era lo que realmente hacía. Desde ese momento sus cuadros eran hiper realistas pero con una temática misteriosa y agonizante, casi tenebrosa, sus colores eran oscuros pero con algunos destellos de luz, místicos, sobrecogedores, algunos incluso, al contemplarlos, daban la sensación de agobio, dolor, sufrimiento...

Se sentó en el suelo frente a esos últimos cuadros, con las piernas cruzadas; sus codos hincados sobre sus rodillas y las manos entrelazadas justo debajo del mentón que servían de apoyo a su cabeza. Los miraba y los volvía a mirar. No sabía que hacer. Ahora mismo los que más le impactaban eran esos últimos, pero tenía algunas razones para no exponerlos. Eran parte de unos sueños, unas visiones que le atormentaban, que no sabía muy bien que significaban, eran imágenes interiores, pensamientos, dudas y miedos, era como desvelar un atroz secreto ante todo el mundo, como desnudarse y enseñar sus debilidades, eran unos cuadros con una temática que muy pocos, por no decir casi nadie, iba a comprender. Por otro lado estaba la continuidad de estilo, los otros diez cuadros que ya estaban en la galería, no tenían nada que ver con esos, iba a dar la sensación de haber sido pintados por dos personas totalmente distintas.

Lara pensó que era realmente así, que la Lara que había pintado esos cuadros de manchas abstractas nada tenía que ver con la Lara de ahora, había cambiado, artísticamente, desde entonces, desde que empezó a tener esos sueños y esas visiones que la intranquilizaban.

Sin levantarse del suelo, se cuerpo se torsionó sobre si mismo echando un vistazo a su alrededor, inevitablemente los otros cuadros ya no le llamaban la atención. Su vista regresó a los de las visiones que tenía delante.

- El mundo es para los valientes, vamos allá – se dijo-.

Se levantó y empezó a recoger todos los cuadros para devolverlos al trastero. Solo dejó fuera los últimos que había pintado. Iba a arriesgarse y a exponer sus más intimas y desconcertantes obras. Esa pequeña colección de cinco cuadros que iba a llevar por título " Visiones del alma".



Elisa regresó tarde del mercado. Dejó las bolsas sobre la encimera de la cocina y antes de colocar la compra en su sitio cruzó el pasaillo para bajar al sótano, donde intuía que seguía su marido.

- Hola cariño, ya he llegado.
- ¿Que hora es?
- Son las dos casi.
- Vaya se me ha pasado el tiempo volando.
- Y que... ¿Has encontrado alguna solución?
- La verdad es que si... creo que si. Ven acércate que te lo explico.

Julio se levantó y puso los libros sobre el altar. Elisa se colocó a su lado pasándole levemente la mano alrededor de su cintura.

Mira, he encontrado unos pasajes muy antiguos que explican como un Sicdaniano convencido, Alexandre Greig, intentó, en un pequeño pueblo de Irlanda, mantener viva la religión. Para conseguirlo le pidió ayuda a los dioses y ellos le revelaron los nombres de 12 personas que llevaban en su interior la semilla de la fé Sicda sin saberlo. Alexander fue en busca de ellos y los convenció para pasar una temporada en su coven, y así enseñarles todas las creencias Sicdanas. Cuando pasaron los dos meses de plazo ninguno de los 12 quiso regresar a su vida anterior, la fé total en la religión Sicda había inundado sus almas y ellos fueron los encargados de mantener con vida y expandir el Sicdaismo por toda Irlanda.

Elisa lo miró aturdida, conocía a su marido a la perfección y sabía que era capaz de querer hacer lo mismo, costase lo que costase. Ante la cara de asombro de su mujer y su silencio, Julio contestó:

- Lo ves, ahí está la clave, es lo que los dioses nos han pedido que hagamos, lo mismo que ya hizo Alexander en Irlanda – dijo con un entusiasmo desmedido-.
- Pero Julio... estás seguro de lo que....
- Estoy seguro y convencido de ello.- le interrumpió-. Es lo que debemos, hacer, es nuestra misión aquí, así lo han querido los dioses. Hemos sido lo elegidos para llevar a cabo esta misión...
- Si lo crees así de verás... –murmuró Elisa-.
- Lo creo y lo sé. Ahora mismo voy a invocar a los dioses para que me revelen el camino a seguir y nos diga quienes deben ser los elegidos para continuar con nuestra religión aquí. ¿Me acompañaras? Es algo que nos ha sido encomendado a los dos.

Elisa lo miró fijamente a los ojos y asintió con un leve movimiento de su cabeza. No lo veía claro, no le gustaba la idea de forzar a alguien a creer en algo y a tener fé en algo que, lo más seguro, era que desconocieran, pero hacía tiempo que no veía a su marido tan ilusionado en algo y ese brillo en los ojos bien valía arriesgarse.

Después de comer Julio y Elisa llenaron la bañera de agua caliente, derramaron un poco de sal dentro y una gotas de aceite de sándalo perfumado. Entrarón los dos en la bañera y se relajaron juntos, respirando profundamente, intentando abrir su conciencia a niveles superiores, limpiando su mente además de su cuerpo. Después de bañarse, secarse y vestirse, bajaron al sótano de nuevo. Se quitaron los zapatos y se sentaron en el suelo tranquilamente, intentando calmar sus respiraciones, manteniendo libre de pensamientos su mente, abriéndose a las energías que les rodeaban. Cuando estuvieron en calma, se levantaron, prendieron el caldero de fuego y de pie frente a él empezaron su ritual para invocar a los dioses en busca de su ayuda y su orientación. Cogidos de la mano recitaron juntos:


Respiro sus energías en mi cuerpo, combinándolas,
mezclándolas con las mías.
Que pueda ver lo divino en la naturaleza
y la naturaleza de lo divino,
y divinidad dentro de mi mismo y todo lo demás
¡OH Gran Diosa!
¡ OH Gran Dios!
Háganme uno con su esencia.
Háganme uno con su esencia


OH Diosa madre OH Dios padre
Respuestas a todos los misterios
y sin embargo misterios por contestar;
En este lugar de poder me abro a su esencia.
En este lugar y en este momento estoy a su merced.
De aquí en adelante sigo sus designios.



Me dedico a ustedes, Diosa Madre y Dios padre.
Reveladnos los nombres de aquellos elegidos
para continuar con nuestro legado.
Reveladnos los nombres de aquellos elegidos
De los que debemos ser maestros.





Un haz de luz intensa envolvió el caldero, y entre las llamas del fuego que ardía cada vez con más fuerza aparecieron cuatro rostros, cada rostro acompañado por un elemento, mientras que en sus oídos, retumbaban la voz de los dioses pronunciando débilmente cuatro nombres.



************************************************************************************
Los cuadros de Lara:












3 comentarios:

Anónimo dijo...

Bueno Dunai me has tenido todo el fin de semana a pan y agua, pero bueno me ha gustado mucho, este capitulo, la verdad es que ya va tomando forma, no se si lo tenías escrito de antes o lo vas haciendo día a día, pero desde luego interesante esta de lo mas. Sigue asi una lectora avida de más.
Un beso
Mar
Mala132

Anónimo dijo...

Me gusta mucho la pintora, quizá porque yo tb pinto un poquito y comprendo ese dejarse llevar por el sentimiento al pintar. Los cuadros muy guays. ¿Cómo encontrarán a los dueños de las caras que les ha mostrado el fuego?
Me intriga
Besos
Balada

Laura dijo...

No vas a seguir con esto? Mira que me paso de vez en cuando para comprobar, pero nada...
Supongo que estarás muy liada con esto del comienzo de curso. Si tienes un ratito, sube algo, mujer.

Besitos,
Lauri